En un mundo cada vez más marcado por la rivalidad estratégica entre Estados Unidos y China, Brasil y otros mercados emergentes de tamaño medio se encuentran en una posición inesperadamente ventajosa: atrapados en el medio, pero con margen de maniobra. Lejos de ser una desventaja, este equilibrio geopolítico se está convirtiendo en un beneficio a largo plazo para estos países.
Para los inversores que miran hacia Latinoamérica, especialmente hacia Brasil, este momento representa un cambio estructural que vale la pena comprender y una razón de peso para el optimismo a largo plazo como inversores.
Los recientes compromisos diplomáticos de Brasil ilustran la posición única de la región. En un lado del mundo, el presidente Luiz Inácio Lula da Silva se codeaba con Xi Jinping, firmando acuerdos de cooperación con China por valor de casi 27.000 millones de reales (unos 4.800 millones de dólares). Al otro lado del Atlántico, directores ejecutivos, gobernadores estatales y figuras clave del mundo financiero brasileño asistían simultáneamente a la «Semana de Brasil» en Nueva York, cortejando a los inversores estadounidenses y reafirmando la alineación cultural y comercial de Brasil con Estados Unidos.
Lejos de ser una contradicción, este doble compromiso es una estrategia deliberada. Brasil, como muchos países de América Latina, no está tomando partido. No lo necesita. Como señaló Dario Durigan, viceministro de Finanzas de Brasil, «Brasil se está posicionando como un puerto seguro» en un mundo caracterizado por la volatilidad geopolítica. En ese estatus de puerto seguro reside una ventaja económica real y tangible.
Este posicionamiento intermedio refleja una verdad más amplia sobre muchos mercados emergentes de tamaño medio: su ambigüedad estratégica es una fortaleza. Brasil, por ejemplo, mantiene un importante superávit comercial con China, uno de los pocos países que lo hace. Domina las exportaciones mundiales de soja y carne, dos productos de los que China depende en gran medida del suministro brasileño. Mientras tanto, la agroindustria, los actores industriales y los promotores de infraestructuras brasileños siguen buscando y recibiendo importantes inversiones de Estados Unidos y sus aliados.
Para los funcionarios chinos, Brasil es una puerta de entrada a América Latina y un proveedor de materias primas vitales. Para Estados Unidos, Brasil es un socio cultural y comercial con profundos lazos históricos y un interés común en la gobernanza democrática, aunque ocasionalmente surjan fricciones políticas. Para Brasil, estas relaciones no son mutuamente excluyentes, sino simbióticas.
Esta es una posición que también están negociando países como India, Indonesia, Vietnam y Turquía, pero Brasil se encuentra en una situación especialmente favorable debido a sus recursos naturales, su distancia geográfica de las principales zonas de conflicto y su estructura comercial relativamente diversificada.
El peso económico de Brasil no solo proviene de la diplomacia, sino también de su dominio de las materias primas mundiales. Suministra casi el 60 % de las exportaciones mundiales de soja, un cultivo vital para la seguridad alimentaria de China. También es uno de los principales exportadores de carne vacuna, aves de corral, mineral de hierro y petróleo, todos ellos productos que están adquiriendo un valor estratégico cada vez mayor a medida que se fragmentan las cadenas de suministro y los países tratan de reducir su dependencia de fuentes políticamente arriesgadas.
China, a pesar de sus ambiciones de diversificar las cadenas de suministro, tiene alternativas limitadas. Estados Unidos es el segundo mayor exportador de soja, pero la tensión política hace que la dependencia sea arriesgada. Paraguay, un lejano tercero, reconoce a Taiwán, lo que representa una línea roja para Pekín. Eso hace que Brasil sea indispensable.
Somos optimistas a largo plazo con respecto a América Latina y, en especial, a Brasil, no a pesar de la rivalidad entre las potencias mundiales, sino precisamente por ella. A medida que el mundo se encamina hacia una realidad multipolar, los países que puedan relacionarse de manera flexible con todas las partes y ofrecer bienes y servicios indispensables serán los que prosperen.
Brasil no se está alineando con Washington ni con Pekín, sino consigo mismo, con sus propios intereses y con su propio futuro. Y eso lo convierte en uno de los lugares más interesantes del mundo para observar e invertir en las próximas décadas.
Disclaimer: The views expressed in this article are those of the author at the date of publication and not necessarily those of Dominion Capital Strategies Limited or its related companies. The content of this article is not intended as investment advice and will not be updated after publication. Images, video, quotations from literature and any such material which may be subject to copyright is reproduced in whole or in part in this article on the basis of Fair use as applied to news reporting and journalistic comment on events.