La última semana de agosto trajo consigo señales contradictorias que mantuvieron a los inversores en vilo. Los mercados alcanzaron nuevos máximos a mediados de semana antes de retroceder ligeramente, mientras los operadores se posicionaban ante la publicación de datos económicos cruciales. Sin embargo, más allá del ruido superficial, la situación fundamental sigue siendo notablemente consistente: la economía estadounidense continúa mostrando resiliencia frente a los persistentes vientos en contra.
El S&P 500 cerró la semana con una subida del 1,91 % en el mes, lo que supone su cuarta ganancia mensual consecutiva. Esta subida constante refleja algo más profundo que el optimismo estacional. El gasto de los consumidores aumentó en julio en su mayor medida en cuatro meses, lo que indica una demanda resistente frente a la inflación persistente. Cuando los hogares siguen gastando a pesar del aumento de los precios, esto indica confianza en su situación financiera, no una capitulación ante la presión inflacionista.
La durabilidad de la demanda de los consumidores resulta aún más impresionante si se analiza en el contexto de la incertidumbre de la política monetaria. Los operadores de Wall Street se abstuvieron de realizar grandes movimientos antes de conocer los datos de inflación, que podrían aportar más pistas sobre el ritmo de las bajadas de tasas de la Reserva Federal. Esta postura cautelosa es comprensible, dado que el índice de precios del gasto en consumo personal de julio mostró un aumento de la inflación hasta el 2,9 %, la cifra más alta desde febrero.
Sin embargo, los mercados no se inmutaron ante esta noticia. En cambio, la procesaron en el contexto de un panorama económico más amplio que sigue siendo fundamentalmente sólido. Los ingresos personales se aceleraron un 0,4 %, completando un informe que demostró fortaleza a pesar del aumento de los precios. Cuando las personas ganan más, pueden permitirse pagar más, y la espiral inflacionaria que muchos temían no se ha materializado en el ciclo autorreforzado que caracterizó décadas anteriores.
El sector empresarial sigue siendo la base de las valuaciones bursátiles. Los fundamentos empresariales se han mantenido sólidos, incluso cuando el crecimiento económico de Estados Unidos se ralentizó de forma decisiva en la primera mitad del año, en medio de la preocupación por el aumento de los aranceles. Esta divergencia entre las preocupaciones macroeconómicas y las realidades microeconómicas ilustra algo crucial sobre la economía estadounidense moderna: las empresas se han vuelto notablemente adaptables.
Las tensiones comerciales que podrían haber descarrilado los ciclos de expansión anteriores se están absorbiendo mediante ajustes en la cadena de suministro, estrategias de precios y eficiencias operativas que simplemente no existían hace veinte años. La transformación digital que comenzó durante la pandemia ha dejado a las empresas estadounidenses más ágiles y con mayor capacidad de respuesta ante las crisis externas.
Los precedentes históricos ofrecen motivos para un optimismo moderado a medida que nos acercamos a los últimos meses de 2025. Desde la Segunda Guerra Mundial, cada vez que el S&P ha alcanzado 20 o más máximos hacia agosto, el índice ha registrado subas en aproximadamente el 90 % de los casos al cierre del año, con una ganancia media del 5,5 %. Si bien los resultados pasados no garantizan los futuros, esta estadística refleja la tendencia a que el fuerte impulso se prolongue hasta finales de año.
La sostenibilidad de las tendencias actuales depende en gran medida de los próximos movimientos de la Reserva Federal. Los mercados parecen estar valorando un equilibrio cuidadoso en el que la política monetaria apoya el crecimiento sin reavivar las presiones inflacionistas. El banco central se enfrenta a la delicada tarea de mantener el impulso económico y garantizar al mismo tiempo la estabilidad de los precios, pero los datos recientes sugieren que podría tener más flexibilidad de lo que se suponía anteriormente.
Las expectativas de los consumidores en torno a la inflación se han mantenido relativamente bien ancladas a pesar de las recientes subidas de los precios reales. Este componente psicológico es muy importante, ya que la inflación puede convertirse en una profecía autocumplida si las expectativas se descontrolan. El hecho de que los hogares sigan gastando y las empresas sigan invirtiendo sugiere confianza en la capacidad de la Fed para gestionar esta transición.
De cara al futuro, los datos de inflación de septiembre proporcionarán información crucial sobre si el repunte de julio representa un fenómeno temporal o el comienzo de una tendencia más preocupante. Por ahora, la evidencia sugiere lo primero. Los fundamentos económicos siguen siendo sólidos, las ganancias corporativas continúan creciendo y los consumidores demuestran un poder adquisitivo resistente.
Los pesimistas que han estado pronosticando una recesión durante los últimos dos años pueden acabar teniendo razón, pero su timing ha sido sistemáticamente erróneo. En los mercados, el momento es tan importante como acertar en la dirección. Quienes mantuvieron sus inversiones durante la incertidumbre han sido recompensados, mientras que quienes esperaban el momento perfecto para entrar se han perdido importantes ganancias.
Al iniciar septiembre, el mensaje de los mercados sigue siendo claro: aunque la volatilidad inevitablemente continuará, la fortaleza subyacente de la economía estadounidense proporciona una base para un optimismo cauteloso en lugar de un posicionamiento defensivo.
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