Los mercados volvieron a enviar señales contradictorias esta semana, mientras los inversores procesaban una avalancha de eventos clave: los resultados de las grandes tecnológicas, la última decisión de la Reserva Federal y un avance en las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China. Sin embargo, detrás de estos titulares se esconde una cuestión central: ¿cómo deben valorar los inversores a las empresas en un entorno de gasto creciente en inteligencia artificial, política monetaria incierta y riesgos geopolíticos persistentes? La respuesta parte de una idea simple pero esencial: a los mercados les importa mucho menos el pasado de una empresa que su futuro.
La relación precio-beneficio (P/E) sigue siendo el indicador de valuación más popular, pero suele interpretarse mal. En teoría, muestra cuántos dólares pagan los inversores por cada dólar de ganancia actual. Sin embargo, en la práctica, el mercado no compra el presente: compra expectativas de crecimiento, fortaleza competitiva y sostenibilidad del modelo de negocio. Una acción puede parecer cara si cotiza a múltiplos altos, pero estar razonablemente valuada si sus ganancias futuras crecen con fuerza. Y, del mismo modo, una acción “barata” puede merecer su descuento si enfrenta obstáculos estructurales que limiten su rentabilidad.
Esta lógica explica por qué Meta cayó más de un 11 % tras anunciar un fuerte aumento en su gasto de capital para proyectos de inteligencia artificial —a pesar de haber presentado buenos resultados—, mientras que Alphabet subió luego de mostrar mayor claridad sobre cómo piensa monetizar la IA. El mercado no castiga la inversión en sí, sino la incertidumbre sobre su retorno. Los inversores reaccionan más a lo que creen que vendrá que a lo que ya ocurrió.
En conjunto, los resultados de los llamados “Siete Magníficos” mostraron un crecimiento sólido pero no espectacular: se esperaba un aumento de ganancias del 11,9 % y de ingresos del 15,3 % en el tercer trimestre de 2025. Pero lo que realmente movió las cotizaciones fueron los comentarios de las direcciones sobre la IA, la nube y la asignación de capital. Por ejemplo, Tesla volvió a crecer en ingresos (+12 %), pero decepcionó en beneficios debido al aumento de los gastos de capital, reflejando que el mercado sigue midiendo a la compañía más por su potencial en robótica y conducción autónoma que por sus ventas actuales de vehículos.
La decisión de la Reserva Federal también influyó en el ánimo de los inversores. El banco central redujo su tasa de referencia al rango de 3,75 %–4 %, su segundo recorte consecutivo, pero el presidente Jerome Powell advirtió que un nuevo recorte en diciembre “no es una conclusión inevitable”. Esa frase bastó para enfriar el optimismo: los recortes solo impulsan las valuaciones si reflejan confianza, no si insinúan preocupación. En este contexto, la Fed parece ver un escenario más ambiguo de lo que el mercado anticipaba.
En paralelo, un nuevo capítulo en la relación Estados Unidos–China sumó otro factor a la ecuación. Los aranceles a las exportaciones chinas se reducirán sustancialmente y China suspenderá, al menos por un año, las restricciones a la exportación de tierras raras, fundamentales para la industria tecnológica. Estos movimientos pueden redefinir la competitividad de muchas multinacionales, alterando su potencial de ganancias futuras más por decisiones políticas que por desempeño operativo.
En definitiva, el desafío para los inversores sigue siendo el mismo: distinguir entre las empresas cuyas valuaciones reflejan expectativas racionales sobre el futuro y aquellas que cotizan la perfección. La relación P/E es apenas una fotografía del presente; lo que realmente importa es la película del crecimiento, la durabilidad de las ventajas competitivas y la eficiencia con que la administración asigna el capital.
Las grandes tecnológicas siguen cotizando a múltiplos históricamente altos, pero esos valores pueden ser razonables si la inteligencia artificial cumple su promesa de impulsar productividad y nuevas fuentes de ingresos.
Los acontecimientos de esta semana —desde los resultados mixtos de las “Big Tech” hasta la incertidumbre de la Fed y los cambios en la política comercial— recordaron que el mercado es, por definición, una negociación continua entre lo que es hoy y lo que podría ser mañana. Los inversores premian a las compañías que materializan sus promesas y castigan a las que fallan en cumplirlas, sin importar lo que hayan logrado en el pasado.
Comprender esta mirada hacia adelante no garantiza el éxito, pero ignorarla casi asegura una lectura errónea del mercado justo cuando más importa.
Disclaimer: The views expressed in this article are those of the author at the date of publication and not necessarily those of Dominion Capital Strategies Limited or its related companies. The content of this article is not intended as investment advice and will not be updated after publication. Images, video, quotations from literature and any such material which may be subject to copyright is reproduced in whole or in part in this article on the basis of Fair use as applied to news reporting and journalistic comment on events.