Siempre es fácil decir a posteriori que, cuando los mercados se desploman, lo inteligente es mantener la calma y plantearse comprar activos a precios rebajados (en lugar de entrar en pánico y venderlos). «Comprar barato y vender caro» suena muy fácil en teoría, pero cuando la presión aumenta y se invierte en medio de una gran caída, es más fácil decirlo que hacerlo.

La realidad es que, cuando los mercados se desploman, siempre hay algo que provoca el movimiento bajista. Ya sea la caída generada por los «aranceles de Trump» de este año, el mercado bajista inducido por la inflación de 2022, la caída repentina de 2020 impulsada por la COVID, la crisis financiera de 2008-2009… La lista de acontecimientos que han provocado importantes caídas en los precios de las acciones en el pasado es interminable. Y cada vez que ocurre, parece estar justificado. Se siente como que «esta vez es diferente» y que deberíamos adoptar una postura muy defensiva en la asignación de nuestros activos.

Desde la quiebra de bancos hasta la guerra en Europa, pasando por la mayor inflación en 30 años, una pandemia mundial o el último temor a una recesión económica, la lección que los inversores deben aprender al adoptar una visión a largo plazo del pasado –en materia de renta variable– es la resistencia que ha demostrado esta clase de activos frente a todas estas perturbaciones. En todas y cada una de las ventas masivas de renta variable mundial, y especialmente de renta variable estadounidense, los períodos de mayor venta fueron momentos ideales para comprar.

Es precisamente la naturaleza tan convincente de estos acontecimientos lo que ofrece esta oportunidad. Los titulares del Financial Times o Bloomberg que dicen cosas como «¡Este es un nuevo paradigma para los inversores!» o «¡La empresa X ya no es invertible!» son música para nuestros oídos como inversores, porque lo hemos oído una y otra vez y suele indicar que es el momento de comprar.

La última ola de ventas es otro ejemplo de ello. Hace solo unas semanas, no se podía abrir el Financial Times ni pasar un segundo en Bloomberg News sin escuchar a otro comentarista decirnos que «estamos en un nuevo mundo de inversión», porque Estados Unidos es ahora cada vez más «inviable». El «nuevo escenario» al que aparentemente estábamos entrando era uno en el que el resto del mundo vendía activos estadounidenses y trasladaba su dinero a otros lugares. Esta tendencia duró unas dos semanas, antes de que las acciones estadounidenses se recuperaran hasta situarse en los niveles anteriores a la caída. ¡Menudo «nuevo paradigma»!

En el calor del momento, parecía que estaba ocurriendo algo importante. Los anuncios de Trump sobre los aranceles fueron lo más aterrador que ha ocurrido en el comercio mundial en 100 años, y esta cuestión aún no se ha resuelto. Pero el mercado reaccionó de forma exagerada. Los aranceles son malos, sin duda, pero sugerir que el dinamismo de la economía estadounidense, su liderazgo tecnológico y las razones para invertir allí han cambiado radicalmente a causa de los aranceles fue una reacción exagerada.

El truco para anticiparse al mercado cuando hay malas noticias es hacerse una sola pregunta: ¿esta nueva información significa que las participaciones que tengo en estos mercados y empresas valdrán mucho menos dentro de cinco años? En otras palabras, ¿las empresas en las que está invirtiendo dejarán de crecer entre ahora y, digamos, 2030?

Salvo que se produzca una tercera guerra mundial, la respuesta casi siempre será «no». La cuestión que está provocando la caída del mercado, por muy aterradora que pueda parecer, por muy brusca que sea la venta en los mercados de valores, es poco probable que tenga un efecto significativo en las perspectivas de crecimiento y rentabilidad de sus inversiones a largo plazo. Por lo tanto, si los precios de esos activos son ahora más bajos… ¡debería comprar!

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