Las correcciones del mercado llegan con la inevitabilidad del cambio de estaciones, pero nunca dejan de provocar la misma respuesta visceral entre los inversores: la abrumadora necesidad de hacer algo. La caída en promedio anual del S&P 500 ronda el 14 %, una estadística que parece alarmante hasta que se tiene en cuenta que los mercados han cerrado en positivo aproximadamente tres de cada cuatro años calendario en las últimas cuatro décadas. Esta desconexión entre la volatilidad a corto plazo y los rendimientos a largo plazo revela una verdad incómoda: la mayor amenaza para el éxito de las inversiones no son las caídas del mercado en sí, sino nuestra reacción instintiva ante ellas.
Evite el ruido
Los medios financieros operan con un modelo de negocio que monetiza la ansiedad. Cada caída del mercado genera comentarios que explican por qué esa caída en particular representa algo sin precedentes, una ruptura estructural que exige una acción inmediata. Sin embargo, bajo este ruido se esconde una realidad más simple: los mercados fluctúan, las economías tienen ciclos y las empresas se adaptan. Los factores que impulsan los rendimientos a largo plazo se desarrollan a lo largo de trimestres y años, no de horas y días. No se puede subestimar la disciplina necesaria para ignorar este ruido. Significa resistir la tentación de comprobar el valor de la cartera durante las turbulencias y reconocer que su plan de inversión, cuidadosamente elaborado, merece más credibilidad que los juicios precipitados formados bajo presión.
La futilidad de intentar predecir el comportamiento del mercado
La creencia de que se puede entrar y salir con éxito de los mercados representa quizás la ilusión más persistente en el mundo de la inversión. Requiere dos hazañas improbables: identificar correctamente el pico del mercado con la suficiente convicción como para vender y, a continuación, señalar con precisión el fondo para volver a entrar antes de que la recuperación cobre impulso. Incluso los inversores experimentados y los gestores de fondos profesionales rara vez lo consiguen de forma sistemática. Los gestores activos pueden añadir valor, y de hecho lo hacen, en mercados menos eficientes, como los emergentes, mediante la selección de valores y la experiencia; en mercados más eficientes, como las acciones globales y estadounidenses, donde la convicción y la paciencia también son cruciales, y en áreas que son difíciles de industrializar en productos pasivos, como las tasas de interés o el crédito. Pero el timing del mercado ha demostrado ser un reto mucho más difícil. Perder solo los diez mejores días de negociación de las últimas dos décadas habría reducido los rendimientos anualizados del S&P 500 a más de la mitad. La cruel ironía es que estos mejores días suelen producirse durante los periodos de máximo temor, cuando la tentación de salir del mercado es más fuerte.
Resistir la venta por pánico
Las caídas del mercado provocan pérdidas contables que se perciben como muy reales, activando las mismas vías neuronales asociadas al dolor físico. La tentación de eliminar esta incomodidad vendiendo posiciones transforma la volatilidad temporal del mercado en una pérdida permanente de capital. Esta conversión de pérdidas no realizadas en pérdidas realizadas representa el comportamiento más destructivo para el valor al que pueden recurrir los inversores. Lo que los vendedores por pánico no aprecian es que las correcciones del mercado funcionan como un mecanismo de transferencia de riqueza de los impacientes a los pacientes. Cuando los inversores temerosos liquidan activos de calidad a precios de saldo, los compradores disciplinados acumulan posiciones a valuaciones que prácticamente garantizan rendimientos superiores a largo plazo.
Manténgase invertido, enfocado y diversificad
Quizás ningún principio de inversión cuente con más respaldo empírico y, sin embargo, reciba menos aceptación emocional que la importancia de permanecer totalmente invertido a lo largo de los ciclos del mercado. Un inversor que mantuviera una exposición continua al S&P 500 desde 1980 hasta 2024 habría obtenido rendimientos anualizados superiores al 11 %, soportando múltiples recesiones, mercados bajistas y crisis a lo largo del camino. Mantener la inversión requiere aceptar que los valores de la cartera fluctuarán, a veces de forma drástica, y comprender que estos reveses temporales representan el precio de admisión para obtener rendimientos bursátiles a largo plazo.
Mantener la concentración significa basar las decisiones en los fundamentos empresariales y no en la dinámica de los precios de las acciones. La posición competitiva y la capacidad de generar ganancias de una empresa no se deterioran simplemente porque el precio de sus acciones haya bajado un 25 %. La verdadera diversificación va más allá de la simple posesión de múltiples acciones, ya que abarca la exposición a diferentes sectores, geografías y clases de activos con distintos patrones de correlación. Durante las tensiones del mercado de valores, esta diversificación modera las oscilaciones de la cartera y preserva el capital que puede reasignarse de manera oportunista.
La próxima corrección llegará, trayendo consigo los mismos desencadenantes emocionales que han socavado los rendimientos de los inversores a lo largo de la historia del mercado. Los inversores que salen airosos comparten características comunes: mantienen la perspectiva en medio del caos, resisten la tentación de intentar predecir el comportamiento del mercado, consideran las caídas temporales como el precio de la entrada, permanecen centrados en los fundamentos y mantienen la diversificación incluso cuando parece ineficaz. Estos principios resultan sencillos, pero su aplicación durante una verdadera tensión en el mercado requiere una disciplina que resulta muy poco común.
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