En las primeras semanas de la invasión rusa a Ucrania a principios de 2022, enseguida quedó claro que el ejército ruso no lograría su objetivo de una victoria rápida. Para sorpresa de los líderes políticos y los medios de comunicación occidentales, el ejército ucraniano repelió el intento de tomar Kiev, infligiendo importantes bajas al avance ruso y erosionando gran parte de su capacidad para realizar progresos significativos en otras partes del país. Ucrania había logrado asombrosos éxitos tácticos en el campo de batalla, con la ayuda del tardío apoyo occidental en forma de suministros esporádicos de armamento e inteligencia.

Los políticos y periodistas occidentales se apresuraron a dar por agotado el ejército ruso. El éxito de la contraofensiva ucraniana en septiembre de 2022 afianzó esta opinión, que llevó a la aparición de un consenso aún más optimista sobre una rápida e inminente victoria ucraniana en la guerra.

Lo que muchos en Occidente cometieron el error de hacer fue confundir una derrota táctica rusa con una derrota estratégica rusa. Mientras un país tenga la voluntad de seguir luchando y la capacidad de reconstituir su fuerza militar a través de su base industrial, no ha sido derrotado estratégicamente.

Lo único en lo que acertaron los dirigentes políticos y militares rusos durante este período fue en reconocer que esta sería una guerra larga y prolongada. Su respuesta a las inesperadas victorias de Ucrania en el campo de batalla en 2022 fue preparar a la economía y a la población rusas para una gran guerra. Vladimir Putin ordenó la movilización de reclutas civiles, importantes aumentos del gasto en defensa y una reorientación de la industria hacia la fabricación de material bélico.

Pero esta respuesta de Rusia tardaría en dar sus frutos. Los nuevos reclutas tardan en entrenarse, los nuevos tanques y cazas demoran en construirse. Pasaría al menos un año antes de que cualquiera de estas medidas de emergencia tuviera un impacto en el campo de batalla de Ucrania.

Era un momento crucial para Occidente. Había una ventana de oportunidad para presionar la ventaja ucraniana e inundar el país de armamento, proporcionar entrenamiento a escala a su ejército y dar a Ucrania la capacidad de derrotar decisivamente al ejército ruso antes de que este pudiera reconstituir su capacidad de combate.

Hay una posibilidad razonable de que, si se hubiera seguido esta estrategia, la guerra podría haber terminado ahora, y estaríamos discutiendo los beneficios para los mercados mundiales de la paz en Europa del Este, una paz ganada a través de una derrota estratégica del ejército de Rusia en los campos del Donbass y las mesetas de la península de Crimea.

En cambio, lamentablemente (para los que nos oponemos a la autocracia), Occidente vaciló. Su apoyo a Ucrania fue fragmentario, errático y, en ocasiones, contradictorio. Se hizo poco para aumentar la producción de armamento occidental, probablemente debido a la arrogancia y a las conclusiones excesivamente confiadas que se sacaron en las capitales occidentales sobre las implicaciones de las derrotas tácticas temporales de Rusia en el campo de batalla. Occidente era complaciente. Podría decirse que todavía lo es.

Esta complacencia hizo que se perdiera la oportunidad de que la guerra de Ucrania fuera corta. Pero esa oportunidad ya ha pasado. Rusia ha reconstituido sus fuerzas, y algo más. China, Irán y Corea del Norte han aportado importantes recursos para reforzar la capacidad de combate de Rusia, mientras que la movilización de su población y su industria ha durado 18 meses. En la actualidad, se estima que Rusia cuenta con una fuerza de 500.000 efectivos dentro de Ucrania, lo que supone más del doble de los 190.000 que lanzaron la invasión inicial en 2022. Además, han aprendido a luchar en un conflicto moderno y a adaptarse a las tácticas ucranianas y a los sistemas de armamento occidentales.

Es probable que Rusia no pierda esta guerra a corto plazo.

Por ello, los inversores deberían estar preparados para una larga guerra en Europa del Este. Esto significa probablemente que cierta exposición a valores de defensa domiciliados en Occidente puede tener sentido. La lenta respuesta occidental significa que gran parte del aumento del gasto en defensa aún está por llegar, lo que beneficiará a estas empresas. Esto también significa que los inversores deberían considerar una sobreponderación de las acciones estadounidenses y de los mercados emergentes, y una infraponderación de las europeas. Hasta que la situación sobre el terreno cambie significativamente, este puede ser un enfoque de cartera adecuado para el futuro inmediato.

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