Los inversores tienen razón al estar cada vez más cansados del actual clima de inversión. Tras la peor pandemia mundial en un siglo, los mercados financieros mundiales se han visto afectados por la inflación, la guerra en Europa, la subida de las tasas de interés y, ahora, una posible crisis bancaria en el mundo desarrollado.

A largo plazo, la inversión en una cartera diversificada de clases de activos como la renta variable y la renta fija ha proporcionado excelentes rendimientos. Pero es fácil –cuando se observan los rendimientos históricos durante un largo período, digamos 50 o 100 años– pasar por alto el hecho de que en el pasado hubo períodos sostenidos de bajos rendimientos de los activos. Estos períodos también coincidieron a menudo con episodios de inflación, guerras y otras crisis económicas importantes.

Separar el corto plazo del largo plazo, como guía para navegar con éxito en períodos como este como inversores, es el tema del episodio de esta semana.

Es fácil caer en la trampa de la “sobrecarga de información”, incluso en los mejores momentos, dada la cantidad de noticias y datos de que se dispone con solo pulsar un botón o tocar la pantalla de un teléfono. Esto se agrava en tiempos de estrés y agitación en el mundo real. La sensación de ir de crisis en crisis puede enturbiar la toma de decisiones y el juicio a la hora de invertir.

En el fondo, se trata de un problema de pensamiento a corto plazo frente a un pensamiento a largo plazo.

Como seres humanos estamos predispuestos a sobreponderar la información a corto plazo frente a la de largo plazo. Y esto tiene sentido si lo pensamos. Evolucionamos en entornos peligrosos en los que el peligro inmediato de los animales salvajes, de otros humanos y del mundo natural que nos rodea nos obligaba a responder a las amenazas de peligro y a hacerlo con rapidez.

Si crees haber visto a un gran carnívoro merodeando cerca de donde viven tu familia y los miembros de tu tribu, es muy importante para tu supervivencia, y la de la especie, que los humanos respondan a ese riesgo.

Este instinto sigue siendo importante, incluso en el mundo moderno, pero también nos crea problemas como inversores. La información como, por ejemplo, una serie de quiebras bancarias, o una guerra importante en Europa del Este, la posibilidad de una guerra aún mayor en Asia por Taiwán, pueden desencadenar respuestas emocionales similares en nuestras mentes de “peligro” y “miedo”. Al igual que ocurría en la prehistoria cuando veíamos al gran carnívoro cerca del campamento familiar, las noticias negativas de hoy en día pueden desencadenar un deseo similar de “hacer algo”. Y se trata de un fuerte impulso de “hacer algo”, que viene de lo más profundo de nosotros, hemos evolucionado, por las razones correctas, para responder ante la idea de un peligro inminente.

Superar esta respuesta a corto plazo y centrarse en el largo plazo es una habilidad que todo inversor debería mejorar. Mientras que una respuesta emocional a una amenaza inminente de daño físico requiere una respuesta inmediata para evitar el peligro, esa respuesta a una amenaza percibida de un riesgo geopolítico a ocho mil kilómetros de distancia, o una quiebra bancaria a ocho mil kilómetros en la otra dirección, no requiere una respuesta emocional o inmediata en las carteras de inversión.

Como inversores, deberíamos pensar más como un jardinero. Cualquiera que se dedique a ello sabe, intuitivamente, que el largo plazo es su amigo. Se toman medidas a corto plazo para plantar y mantener el jardín, pero todo ello se hace con un objetivo a largo plazo en mente, permitiendo que las plantas crezcan y maduren con el tiempo hasta convertirse en algo mucho mayor que el costo de tiempo y dinero que el jardinero invierte en ello en primer lugar.

Al igual que el jardinero, como inversores debemos sortear el equivalente de inviernos, mal tiempo y problemas inesperados, pero nunca debemos perder de vista el objetivo a largo plazo y nunca debemos interrumpir el proceso de crecimiento que desencadenamos con nuestras inversiones iniciales. Lo último que debería hacer un jardinero ante un mal tiempo inesperado es arrancar todas las plantas de raíz y empezar de nuevo.

Como inversores, debemos seguir pensando a largo plazo. El sentimiento negativo y la incertidumbre acabarán pasando y, mientras tanto, debemos cuidar nuestras carteras con prudencia. ¿Qué significa eso en la práctica?

Significa ir despacio y con calma durante los períodos de volatilidad del mercado, tomarse tiempo para pensar en las empresas y clases de activos que queremos poseer a largo plazo y que probablemente crecerán en un período de cinco o diez años, invertir en las estrategias adecuadas y, a continuación, dejar que el largo plazo haga el resto por nosotros.

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