La semana pasada escribimos sobre por qué las acciones estadounidenses dominan los mercados mundiales y por qué, a largo plazo, creemos que estas acciones deberían ser una parte fundamental de todas las carteras. Esta semana queremos seguir centrándonos en el mercado estadounidense, profundizando ahora en la economía de EE. UU. y en por qué se está comportando mucho mejor que otras economías importantes en la actualidad.

En los últimos años, la economía estadounidense ha crecido más deprisa que la de casi cualquier otro país avanzado, lo que ha llevado a expertos y dirigentes de todo el mundo a preguntarse a qué se debe este éxito. Hay factores clave que ayudan a explicar por qué Estados Unidos parece ir a toda velocidad mientras otros luchan por mantener el ritmo, desde las empresas emergentes más innovadoras hasta la tecnología más revolucionaria, pasando por una cultura de riesgo.

“Tomemos la historia de Demi Guo y Chenlin Meng. En 2023, dejaron el programa de doctorado de la Universidad de Stanford para lanzar una empresa tecnológica llamada Pika Art. Esta aplicación utiliza inteligencia artificial para crear deslumbrantes efectos de vídeo, y rápidamente encontró un público. En pocos meses, Pika Art tenía más de un millón de usuarios. Y lo que es aún más impresionante, los dos fundadores recaudaron UD 135 millones en financiación en poco más de un año. Su éxito no se debió solo a tener una gran idea, sino también a estar en el lugar correcto. La red única de mentores, inversores e innovadores tecnológicos de Silicon Valley

desempeñó un papel fundamental a la hora de convertir su sueño en realidad.”
Este tipo de éxito rápido puede parecer inusual en otros lugares, pero en Estados Unidos pone de relieve un ecosistema que fomenta los riesgos audaces y recompensa la innovación. En Estados Unidos, los inversores de capital riesgo no solo aportan dinero, sino que también asesoran a las empresas emergentes, les ayudan a contratar talentos y les ofrecen apoyo cuando surgen problemas. Es este entorno unido y solidario el que fomenta el tipo de innovación de alto impacto que impulsa el crecimiento económico de Estados Unidos.

Mientras muchos países se enfrentan a un estancamiento económico, la economía estadounidense se ha expandido un impresionante +11,4% desde 2019, según el Fondo Monetario Internacional (FMI). Solo este año, se espera que Estados Unidos crezca un +2,8%, una cifra con la que muchas otras naciones solo pueden soñar. A modo de comparación, se prevé que la zona euro, donde se encuentran países como Alemania y Francia, crezca solo un +0,8%, mientras que Japón y el Reino Unido han experimentado un crecimiento de tan solo el +3% en los últimos cinco años en total.

Este crecimiento no es solo cuestión de suerte. Los economistas señalan la tradicional fortaleza de la productividad de EE. UU., es decir, la eficiencia con la que los trabajadores y las empresas utilizan los recursos. Desde la crisis financiera de 2008, la productividad laboral estadounidense ha crecido un +30%. Esta cifra triplica con creces el ritmo de crecimiento de la productividad en la zona euro y el Reino Unido. La productividad puede parecer un concepto abstracto, pero afecta directamente a la vida de las personas. Cuando los trabajadores y las empresas son más productivos, aumentan los salarios, los beneficios y los ingresos fiscales para financiar los servicios públicos. Con el tiempo, esto mejora el nivel de vida de todos.

Entonces, ¿por qué Estados Unidos está a la cabeza en productividad mientras otros países se están quedando atrás? Gran parte de la respuesta está en su sector tecnológico. Desde el software a la inteligencia artificial, Estados Unidos es líder mundial en el desarrollo y la adopción de tecnologías de vanguardia. Los datos del Conference Board, un think tank económico mundial, muestran que la mayoría de las economías avanzadas han visto caer su productividad en relación con EE. UU. en los últimos años. En Europa, por ejemplo, el crecimiento de la productividad se ralentizó bruscamente tras la crisis financiera de 2008 y aún no se ha recuperado.

La tecnología es una de las principales razones de esta brecha. Aunque los países europeos tienen industrias fuertes en áreas como la manufactura, les ha costado igualar a Estados Unidos en innovación tecnológica. Según un informe de Mario Draghi, ex presidente del Banco Central Europeo, si se excluye el sector tecnológico, el crecimiento de la productividad en la UE en las dos últimas décadas es aproximadamente el mismo que en Estados Unidos. En otras palabras, lo que diferencia a Estados Unidos es su dominio de la tecnología.

Otro factor crucial es su disposición a asumir riesgos. La inversión de capital riesgo en EE. UU. eclipsa la de otras naciones, representando el 83% de toda la financiación de riesgo en las economías del G7 durante la última década. Este flujo constante de dinero permite a las nuevas empresas experimentar, fracasar y volver a intentarlo. Los éxitos, a su vez, crean un «efecto volante» (flywheel effect), por el que las empresas de éxito financian a futuras generaciones de emprendedores.

Esto no quiere decir que otros países carezcan de talento. Europa tiene mentes brillantes y universidades sólidas, pero sus inversores de capital riesgo suelen ser más cautos. Los fundadores de países como Alemania o Italia afirman que los inversores dudan a la hora de asumir riesgos, especialmente en las primeras fases de crecimiento de una empresa. En Estados Unidos, por el contrario, la actitud de «a lo grande o nada» impulsa los avances.

Para los países que luchan por mantener el ritmo, las consecuencias van más allá de los números en una hoja de cálculo. El bajo crecimiento de la productividad conduce al estancamiento de los salarios, la tensión de las finanzas públicas y una menor influencia geopolítica.

En la carrera por configurar el futuro de la economía mundial, Estados Unidos ha encontrado una fórmula ganadora de asumir riesgos, innovación y liderazgo tecnológico. Para otros países, la cuestión es si pueden adaptarse con la suficiente rapidez para competir o corren el riesgo de quedarse atrás.

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