En la actualidad, la economía estadounidense está experimentando una profunda transformación, impulsada por tres grandes tendencias que están remodelando fundamentalmente su panorama y estimulando un repunte sostenido de la renta variable estadounidense. La magnitud y la interacción de estas tendencias recuerdan a los históricos auges de los años veinte y cincuenta, aunque su alcance es claramente moderno.

Por primera vez en décadas, Estados Unidos está promulgando una política industrial global, respaldada por un importante estímulo fiscal para apoyar la descarbonización de su red energética. Esta política no es un mero compromiso abstracto, sino una inversión tangible de varios billones de dólares en infraestructuras sostenibles. La Ley de Reducción de la Inflación (IRA) de la administración Biden ejemplifica este compromiso, asignando cientos de miles de millones de dólares a iniciativas de seguridad energética y cambio climático durante la próxima década. Esta ley pretende catalizar la inversión privada, impulsando potencialmente una inversión total de 1,2 billones de dólares en energías limpias y sectores relacionados para 2030. La Administración de Información Energética de EE.UU. (EIA) prevé que las energías renovables representen el 42% de la generación eléctrica estadounidense en 2050, frente al 21% en 2020. Esta transición requiere importantes inversiones de capital en tecnologías energéticas, modernización de la red y soluciones de almacenamiento de energía.

Mientras tanto, el renacimiento de la innovación tecnológica encabezado por la inteligencia artificial y los modelos de lenguaje de gran escala está remodelando también el panorama de la inversión. La IA y los grandes modelos lingüísticos no son meras palabras de moda, sino que están generando un valor económico tangible gracias a avances sin precedentes en computación y automatización.

El aumento de la demanda de capacidades de IA está precipitando un auge de la infraestructura física necesaria para apoyar estas tecnologías, especialmente en los centros de datos y la fabricación de semiconductores. Según un informe de McKinsey, la industria de la IA podría aportar un 1,2% adicional en las tasas de crecimiento anual del PIB durante la próxima década en EE. UU. (recuérdese que el crecimiento tendencial ha sido del 2%-3% durante décadas, por lo que un aumento del 1,2% equivale a duplicar la tasa tendencial de crecimiento).

Según Fortune Business Insights, se prevé que la industria de semiconductores, un facilitador fundamental de la IA, duplique su tamaño para 2028. Gigantes tecnológicos como Google, Amazon y Microsoft están invirtiendo miles de millones en ampliar la capacidad de sus centros de datos. Estas inversiones están creando efectos dominó en toda la cadena de suministro, promoviendo sectores que van desde el inmobiliario hasta la fabricación avanzada.

La tercera gran tendencia es la deslocalización estratégica de la fabricación, una tendencia acelerada por las perturbaciones de la pandemia COVID-19. Las vulnerabilidades puestas de manifiesto por la pandemia han impulsado a las empresas estadounidenses a reducir su dependencia de cadenas de suministro distantes y frágiles acercando la fabricación a casa. Este cambio se está manifestando en un aumento de la inversión de capital en Estados Unidos y en su vecino del sur, México, que está experimentando un auge económico. El mercado de valores mexicano, la Bolsa Mexicana de Valores, ha superado a muchos índices mundiales en los últimos tres años.

Estas tres tendencias transformadoras; la aplicación de una política industrial estadounidense seria, el salto tecnológico con la IA y los modelos de lenguaje de gran escala, y la reconfiguración de las cadenas de suministro mundiales, están impulsando colectivamente una poderosa reactivación económica en EE. UU. e impulsando un mercado alcista en la renta variable. Los paralelismos con anteriores auges de la inversión, como los locos años veinte y el boom de posguerra de los cincuenta, son sorprendentes.

A medida que estas tendencias siguen avanzando, los argumentos a favor de la inversión a largo plazo en renta variable estadounidense son convincentes. Los cambios estructurales en curso prometen una expansión económica sostenida, una mayor rentabilidad de las empresas y un sólido comportamiento de los mercados. Para los inversores, la oportunidad de participar en esta era transformadora es inigualable. ¡Los inversores deben poseer y seguir manteniendo acciones estadounidenses a largo plazo!

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