En la última década, muchas economías emergentes han pasado apuros, mientras que países desarrollados como Estados Unidos experimentaban un sólido crecimiento económico. Sin embargo, ahora se está produciendo un cambio importante. Las economías emergentes están empezando a superar a los países desarrollados en términos de crecimiento. De hecho, el porcentaje de economías emergentes en las que se espera que el PIB per cápita (una medida de la producción económica por persona) crezca más rápido que en Estados Unidos va a aumentar drásticamente. En los próximos cinco años, se prevé que esta proporción alcance el 88%, un nivel no visto desde el auge de los mercados emergentes en la década de 2000.
Esta nueva oleada de crecimiento en los mercados emergentes difiere de la anterior en varios aspectos importantes. En la década de 2000, gran parte del crecimiento de estos países se vio impulsado por la rápida expansión económica de China, la fuerte subida de los precios de las materias primas y el fácil acceso al dinero proporcionado por los bancos centrales occidentales. Muchos creían que mientras China siguiera creciendo, otras economías emergentes seguirían su ejemplo. Pero esta suposición resultó ser demasiado optimista. En 2012, quedó claro que el crecimiento de la década anterior era insostenible, y muchos mercados emergentes lucharon por mantener su impulso.
En la actualidad, muchas economías emergentes se encuentran en una posición financiera mucho más sólida que antes. En cambio, Estados Unidos, que ha dependido en gran medida de grandes déficits para alimentar su crecimiento, se encuentra en una senda menos estable. Las economías emergentes, por su parte, tienen déficits presupuestarios y déficits por cuenta corriente mucho menores, lo que les da más margen para invertir en el crecimiento futuro. Incluso países que antes eran conocidos por su mala gestión financiera, como Turquía y Argentina, han vuelto a políticas económicas más responsables.
Otra diferencia clave en la actual reactivación de los mercados emergentes es que su éxito ya no depende tanto de China. China se enfrenta a varios retos, como la disminución de su población y sus elevados niveles de deuda, que la han convertido en una fuerza menos impulsora del crecimiento mundial. Además, las políticas cada vez más nacionalistas de China y sus tensas relaciones con los países occidentales han llevado a muchos inversores mundiales a trasladar sus inversiones a otros lugares.
Este cambio ha beneficiado a otras economías emergentes. Se espera que muchos de estos países experimenten un fuerte crecimiento de las exportaciones en ámbitos como las tecnologías verdes y las materias primas necesarias para producirlas, como el cobre y el litio. Estos recursos se encuentran principalmente en los mercados emergentes. Además, la creciente demanda de tecnologías relacionadas con la IA está impulsando las exportaciones de países como Corea y Taiwán, que producen chips utilizados en la IA, y de Malasia y Filipinas, que fabrican productos electrónicos. La inversión también está fluyendo hacia los mercados emergentes que ofrecen puntos fuertes únicos, como el gran mercado nacional de la India, el entorno favorable de Malasia para los centros de datos y la proximidad de México a Estados Unidos.
A medida que el crecimiento económico se acelera en estos países, los beneficios corporativos tienden a seguir la misma tendencia. Sin contar China, los beneficios empresariales en los mercados emergentes crecen actualmente a un ritmo anual del +19%, frente al +10% de EE. UU. Por primera vez desde 2009, las empresas en los mercados emergentes (excluyendo China) han superado las expectativas de ganancias por un margen más amplio que sus contrapartes en EE. UU. Además, los márgenes de beneficio en los mercados emergentes han estado mejorando.
A pesar de estas tendencias positivas, los inversores bursátiles mundiales han tardado en reaccionar. Muchos siguen centrados en las grandes empresas tecnológicas estadounidenses y, en consecuencia, los volúmenes de negociación en los mercados bursátiles emergentes han disminuido considerablemente, alcanzando en algunos casos mínimos de 20 años. Sin embargo, hay algunas excepciones, como India y Arabia Saudita, donde las sólidas y crecientes bases de inversores nacionales han propiciado ganancias competitivas en sus mercados bursátiles.
Tras años de verse eclipsados por EE. UU., los mercados emergentes parecen ahora una atractiva oportunidad de inversión. Aunque estos países están registrando un crecimiento más rápido de sus beneficios, las valuaciones de sus acciones siguen estando en mínimos históricos en comparación con las de EE. UU. Durante los últimos 15 años, EE. UU. ha registrado un crecimiento superior de los beneficios, impulsado en gran medida por las grandes empresas tecnológicas. Pero esta tendencia está cambiando.
Aunque los mercados emergentes se han enfrentado a retos en la última década, ahora están potencialmente a punto de resurgir. Con posiciones financieras más sólidas, una menor dependencia de China y crecientes oportunidades en sectores clave, estas economías están preparadas para un crecimiento significativo. Los inversores que reconozcan este cambio a tiempo pueden encontrarse bien posicionados para beneficiarse de la próxima gran ola de expansión económica en el mundo emergente.
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