Los rumores sobre la posibilidad de una recesión son cada vez más fuertes en la prensa financiera. Aprovecharemos este boletín, y el de la semana que viene, para hablar de la probabilidad de una recesión y de cómo los inversores deberían pensar en este riesgo desde la perspectiva de sus carteras.

La base del éxito de las inversiones es ser consciente de las cosas que se saben y de las que no se saben.
¿Qué sabemos? Sabemos que la inflación está actualmente en máximos de 30 años y que los principales bancos centrales se han comprometido (por ahora) a endurecer la política monetaria (subir las tasas de interés). Sabemos que una mayor inflación implica un aumento de los precios de los bienes y servicios, lo que reducirá el consumo total en comparación con lo que habría sido en un entorno de menor inflación. También sabemos que tasas de interés más altas deberían amortiguar la inflación reduciendo las tasas de inversión en la economía, disminuyendo la creación de empleo y amortiguando los precios de los activos.

¿Qué es lo que no sabemos? No sabemos si la inflación seguirá siendo alta o si se reducirá significativamente más adelante en 2022. No sabemos la magnitud del impacto de la elevada inflación actual sobre el consumo global. No sabemos hasta dónde tendrían que llegar las tasas de interés para reducir la inflación, ni qué impacto tendrán tasas más altas sobre la economía real.

Por lo tanto, partimos de la base de que la inflación es alta y tendrá algún impacto negativo en la economía a través de un menor consumo y tasas de interés más altas; pero aún no conocemos la magnitud de estos impactos.

Los argumentos más sólidos contra una recesión son que (i) los balances de los consumidores y las empresas tienen altos niveles de efectivo, y que (ii) las tasas de desempleo son muy bajas y la economía está creciendo a un ritmo sólido.

Ambos son buenos argumentos.

Los consumidores y las empresas tienen mayores niveles de efectivo en relación con la deuda en comparación con antes del COVID, y sigue habiendo una importante demanda reprimida de servicios como los viajes (tanto de ocio como de negocios) y otros servicios a los que ha seguido siendo difícil acceder debido a las restricciones del COVID. Es probable que esta demanda sorprenda al alza. Los mercados de trabajo también son fuertes en el mundo desarrollado, con mínimos históricos de desempleo y algunos de los mayores aumentos salariales nominales de las últimas décadas.

Sin embargo, lo anterior no descarta una recesión en 2022 o 2023. Como mencionamos en nuestro ejercicio de reflexión sobre lo conocido y lo desconocido, sabemos que una inflación elevada y tasas más altas reducirán el consumo. Esto significa que los balances y el desempleo fuertes se verán presionados, y no sabemos la magnitud de este impacto negativo.

Los argumentos más fuertes a favor de una recesión son (i) una mayor inflación erosiona el poder adquisitivo, lo que reduce el consumo, y (ii) tasas de interés más altas para combatir la inflación reducen aún más la inversión y el gasto en la economía real.

Ambos son buenos argumentos. Sin embargo, sabemos que hay una sólida demanda reprimida de servicios, el crecimiento subyacente era fuerte antes de que apareciera la alta inflación, y ya tuvimos una recesión en 2020, así que es un poco pronto para tener otra.

Nuestra conclusión: no vemos suficientes pruebas para convencernos de que una recesión es inminente todavía. Sabemos que los factores descritos anteriormente (inflación, tasas más altas) reducirán el consumo, pero no sabemos en qué medida; por ello, no estamos en condiciones de anunciar una recesión. Además, la inflación podría sorprender a la baja más adelante en 2022, lo que sería una sorpresa muy positiva para la economía. Las cadenas de suministro se han ido adaptando y una oleada de nueva oferta reduciría drásticamente el riesgo de recesión. No obstante, el riesgo de recesión ha aumentado y debe tomarse en serio.

La semana que viene hablaremos de cómo creemos que los inversores deberían estar posicionados para navegar en este período de incertidumbre.

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